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LA MASONERÍA DEL XVIII Y LAS
NUEVAS FORMAS DE LA SOCIABILIDAD
Dos formaciones sociales
dieron en el continente europeo su cuño decisivo a la época de la
Ilustración: la République des Lettres y las logias de la
francmasonería. Ilustración y secreto surgen desde un principio
una junto al otro, como una pareja histórica de gemelos. Ambos
grupos desarrollan un determinado estilo, tanto en el lenguaje
como en la conducta, y precisamente su semejanza estructural
indica, por encima de todas las diferencias existentes, que se
trata de una respuesta específica al sistema del absolutismo.
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Logia vienesa de fines del XVIII |
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Desconectados en conjunto
de la política, los hombres de la sociedad se reunieron en lugares
totalmente «apolíticos», como las Bolsas de comercio, los cafés o
las Academias, en cuyo seno se daba nuevo cultivo a las ciencias
sin estar sometido a la autoridad eclesiástico-estatal o
universitaria. De esta manera, el espíritu podía imperar con plena
libertad y no ostentaba el carácter oficial que tenía en los
púlpitos y las cancillerías. Así bajo la protección del Estado
absolutista, la nueva sociedad creó sus instituciones, cuyas
tareas —toleradas, estimuladas por el Estado o no— eran tareas
«sociales». Todas las instituciones sociales de este nuevo estrato
societario y social ganan, con ello, un carácter político
potencial, y en la medida en que ejercían ya una influencia sobre
la política y la legislación estatal, se convirtieron en poderes
políticos indirectos.
Pero en cuanto el Estado
vio amenazado, desde esta orientación, el monopolio de su
legislación, la emprendió contra las instituciones de nuevo cuño.
La única institución de
los burgueses que tuvo en cuenta esta pretensión absolutista de
denominación estatal, y en la que, al mismo tiempo, se tomaron
todas las medidas oportunas para evadirse de ella, fue la
masonería. Las logias de los masones constituyen la
configuración de un poder indirecto en el seno del Estado
absolutista. Todas ellas estaban rodeadas de un velo tejido por
ellas mismas: el secreto.
Los masones han rodeado
de secreto y elevado a la categoría de misterio, con plena
conciencia de ello, el espacio espiritual interior extraestatal.
Mediante este acto, se diferencian las logias masónicas —aunque
ellas mismas estaban llenas de pathos semirreligioso y
empapadas de severidad litúrgica— de las numerosas comunidades
religiosas existentes a la sazón, como, por ejemplo, los
pietistas, los metodistas o los jansenistas.
El objetivo universal del
Arte Regio era «pulimentar» al hombre en bruto, esa «roca sin
tallar», y elevar a los hermanos a las regiones de la luz, fue
buscado por los senderos más varios.
La escala de las ideas y
esperanzas que otorgaban contenido propio al secreto de los
diferentes sistemas se extendía desde los planes racionales de
convivencia social hasta la región de las fantasías teñidas de
romanticismo y de misticismo; había numerosas mezclas y matices,
más aún, es característico de la masonería el que los elementos
más contradictorios constituyesen una indisoluble unidad.
En las logias supieron
introducir con astucia a la nobleza, poseedora de prestigio
social, pero políticamente desposeída, lo mismo que ellos, y
tratar así con ella sobre la base de la igualdad social. Así como
en los salones no regía ante las damas diferencia alguna de rango,
así también se afirmó en las logias el principio de la égalité,
y el ciudadano-burgués conquistó de este modo una plataforma en la
que todas las diferencias estamentales resultaban niveladas. La
igualdad política de los súbditos condujo a la equiparación social
de las diferencias estamentales. Dentro de las logias, el hermano
no era ya un súbdito del poder estatal, sino un hombre entre
hombres: en el seno del trabajo de la logia, pensaba, planeaba y
actuaba con plena libertad.
La libertad de las logias
sólo era posible en un terreno que se hallase a salvo de la
influencia de las instancias religiosas tanto como de la
intervención política del poder estatal.
Esta función protectora
halló su correlato espiritual en la separación entre moral y
política. Había que mantener los famosos «Antiguos Deberes»,
redactados en 1723 bajo el mandato de Desaguliers: el masón está
obligado, por su profesión, a prestar obediencia a la ley mora,
frente a los Estados existentes a frente a las Iglesias
dominantes. Mientras que, antaño, se estaba obligado a someterse
al credo de las diversas y respectivas Iglesias estatales o
nacionales, ahora se dispone la sumisión exclusiva a la moral o
religión válida para todos los hombres por igual y sin
diferenciación alguna, a aquella religión en la que todos los
hombres están de acuerdo. Así querían superar moralmente por sí
mismos todas las diferencias confesionales.
Extractado de: Reinhart Koselleck, Crítica y crisis. Un estudio sobre la
patogénesis del mundo burgués, Madrid, 2007, pp. 64-73.
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